Cómo Podemos Recibir Milagros?

by Allen Watson

Probablemente, una de las preguntas más persistentes en la mente de los estudiantes de Un Curso de Milagros sea ésta: ¿Por qué no observo más milagros en mi vida? Y dado que éste es un curso relativo a los milagros, nos preguntamos por qué nuestras vidas parecen tan apagadas y carentes de milagros.

Me animo a decir que son dos las causas principales para tales preguntas. En primer lugar, creo que hasta cierto punto, la ausencia de milagros es una percepción errónea basada en una interpretación errónea sobre los milagros. En segundo lugar, creo que por ignorancia, fracasamos en satisfacer las condiciones de los milagros. Me gustaría entonces reflexionar sobre estas dos causas aunque brevemente sobre la primera y en profundidad sobre la segunda.

Un Malentendido Sobre Los milagros

La mayoría de nosotros ha tenido más milagros en su vida de lo que podemos imaginar. Simplemente fracasamos en reconocerlos por lo que son debido a que estamos buscando otra cosa. Tenemos una idea equivocada con respecto a aquello que el milagro es, por lo tanto buscamos algo que no es un milagro mientras pasamos por alto aquello que sí lo es.

He aquí una breve definición de milagro basada en las enseñanzas del Curso:

Un milagro es una actividad del Espíritu Santo que cambia nuestra percepción de lo falso a lo verdadero y por lo tanto nos otorga una liberación instantánea e incondicional de los problemas que nos aprisionan (a pesar de ser ilusorios) en este mundo. Aceptamos los milagros (en nuestras mentes), los extendemos (a los demás) y así reconocemos que los hemos recibido.

Es importante reconocer qué es lo que no se incluye en esta definición. Los milagros no son sucesos del mundo exterior; los milagros son actividades del Espíritu Santo en nuestras mentes. Si pensamos que los milagros son eventos externos como por ejemplo recibir mucho dinero, que nuestro cuerpo se sane o que encontremos un lugar para estacionar "milagrosamente", a menudo vamos a sentirnos decepcionamos, ya que ésos no son la clase de milagros que el Curso promete ofrecernos. No estoy diciendo que el Espíritu Santo a veces, no arregle algunos eventos en el mundo, se disponga encuentros con otras personas o toque nuestras mentes de formas tales que brinda sanación a nuestros cuerpos. El Espíritu Santo sí realiza estas cosas, y el Curso lo dice con claridad (ver T-20.IV.8:4-7, T-15.V.10:7 y T-19.I.2). Sin embargo, estas cosas no son milagros. Algunas veces, estas cosas son producto de los milagros, por ejemplo cuando tu cuerpo es sanado debido a que tu mente le ha dado la bienvenida a una percepción sanada. Algunas otras veces, esos eventos externos no tienen conexión directa con un milagro, como por ejemplo cuando el Espíritu Santo dispone que tú encuentres con alguien que necesita de tu ayuda y tú ni siquiera lo sabes.

Si reconoces un milagros por aquello que es, bien podrás darte cuenta que has recibido mas lo que te imaginabas. Aquel momento en el que te sentiste tentado a juzgar a tu esposo o amigo y al mismo momento reconociste que ese aparente error o ataque no era sino una manifestación del miedo y no un motivo para contener tu amor, descubres que tus juicios repentinamente se funden con el amor – eso es un milagro. Esa sensación de paz que te inunda a pesar de las circunstancias amenazadoras – eso fue probablemente un milagro. Cuando descubres que tu percepción repentina e inexplicablemente cambia desde algo oscuro y aprisionado a algo ligero y liberador, un milagro ha ocurrido.

Fracasando en satisfacer las condiciones para recibir los milagros

Incluso cuando sabemos con claridad qué son los milagros, bien podemos no reconocerlos o recibirlos en nuestras vidas. Los milagros – entendidos como el poder del Espíritu Santo para sanar nuestras percepciones – nos son constantemente extendidos. El Curso nos enseña que los milagros están siempre presentes en situación su estamos abiertos a recibirlos (L-pI.91.4-6). Detrás de cada situación problemáticas se encuentra un milagro, esperando que nosotros lo reconozcamos y lo aceptemos (L-pI.89.2:2).

¿Qué es entonces aquello que abre nuestros ojos a los milagros que se encuentran ocultos detrás de las circunstancias de nuestras vidas cotidianas? Para decirlo en una sola palabra, la respuesta es el perdón. Para decirlo un poco más en detalle, reconocemos los milagros en nosotros al tener la voluntad de extenderlos a los demás. Recibimos milagros dándolos.

La Lección 159 del Libro de Ejercicios señala que los milagros se reciben al ofrecerlos (L-pI.159.2:4-5). Aquí existe un proceso de tres pasos que puede observarse a lo largo de todo el Curso. Primero, recibes un milagro en tu mente. Segundo, extiendes ese milagro a los demás, asegurándoles el derecho de ser benditos junto a ti. Tercero, al hacer esto, finalmente te das cuenta plenamente del milagros que te fue dado en el paso uno. Hasta que la extensión no ocurre, el proceso no se encuentra completo.

Si te detienes en el paso uno, rápidamente dudaras de la realidad del milagro o bien lo pasaras por alto. Pienso que esta es una de las enseñanzas más importantes del Curso. Tal como robert Perry y yo señalamos con frecuencia, la extensión es un ingrediente crucial dentro del programa de estudios del Curso. Si te niegas a extender el milagro a tus hermanos, considerándolos como indignos de recibirlos, terminarás negándotelos a tu mismo. Este es el porque el Curso dice tan claramente "No puedes obrar un milagro para ti mismo" (T-9.VI.3:3). Esto es muy importante de ser notado: ¡No puedes darte un milagro a ti mismo! ¿Por qué no? Porque "los milagros son una forma de dar aceptación y de recibirla" Los milagros implican otra persona por la naturaleza que es. Son una especie de "intercambio", son un "servicio… el máximo servicio que le puedes prestar a otro" (T-1.I.18:1-2). Los milagros siempre te relacionan a ti y a los demás, no puedes recibir un milagros solo. Cada milagro que recibes representa alguna apertura en tu mente para el resto de la Filiación, algún reconocimiento de tu Identidad compartida.

Para recibir verdaderamente un milagros para ti, demás ofrecérselo a otros. Este el motivo por el cual en el programa de estudios del Curso leemos "La salvación es una empresa de colaboración" (T.4.VI.8.2). Simplemente no puedes experimentar la salvación completa para ti porque no es la forma en la que Dios te creo.

Cuando extiendes un milagros a otra persona, estas colaborando con el Espíritu Santo en su mente para inducir un cambio en la percepción que tiene de un problema. Esto fortalece a la otra persona y como devolución, tú también te fortaleces. Todo milagros es una extensión de amor y dar amor no lo agota sino que lo incrementa. Entonces, cuando compartes un milagro, aprendes que dar es recibir.

Cuando abrigo resentimientos, fracasando en extender la bendición de dios para todos aquellos que me rodean, simultáneamente incremento la dificultad de ver la luz de Dios en mí (L-pI.69. Título). Obstaculizo mi conciencia de los milagros que están siempre a mi disposición. El otro día, mientras escuchaba a Peggy, mi esposa, me di cuenta que estaba tenso, estaba juzgando lo que ella decía. Mi paz mental estaba marchitando. Luego, al observar el efecto que mis juicios estaban ejerciendo sobre mí, elegí abandonar estos juicios, elegí amar a Peggy a pesar de que había percibido en ella una actitud no tan perfecta. En ese momento, la oscuridad se elevó y volví a asentir paz. Pude percibir a Peggy como la santa hija de Dios que en verdad es. Y eso fue un milagro. Los juicios obstaculizan los milagros, abandonar los juicios los liberan.

La alternativa de ofrecer un milagro es la alternativa de recibir un milagro. No son dos alternativas diferentes, son la misma. El cambio en la percepción de tu mente que te brinda el Espíritu Santo, la mismísima cosa que te sana, es el cambio en la voluntad de ofrecer un milagros a tu hermano "El problema es un resentimiento "(L-pI.90.1:5) es lo que obstaculiza tu recepción del milagros. Al quitar ese resentimiento, el cambio de mentalidad que desea compartir el instante santo con tu hermano es lo que te libera El problema es un resentimiento; la solución, un milagro. (L-pI.90.1.5)

La Lección 159 no es el único lugar en el Curso que enseña que recibimos milagros al ofrecerlos. He aquí algunos pasajes que dicen lo mismo con otras palabras:

Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos. (L-pI.154.12.1)

Así quiero liberar todas las cosas que veo, concediéndoles la libertad que busco. De esta manera, obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. (L-pII.349.1.1-3)

Una de mis anécdotas favoritas que ilustran este tema, puede encontrarse en el relato de ken sobre los escribas del Curso. En un determinado momento, Helen le pidió a Jesús que la ayudara de alguna manera. Jesús le contesto a Helen "¿Con qué frecuencia te contesto "ayúdalo" (refiriéndose a Bill Theftford) cuando Me pides que te ayude?" (Ausencia de Felicidad, Pág. 299) Jesús le decía a Helen que, en lugar de pedir ayuda para ella misma, ella debería haberte brindado su ayuda a Bill y al hacerlo, encontraría la ayuda que ella estaba buscando. Extender milagros a los demás y ayudar a los otros es la manera en la que podemos abrirnos para recibir nuestros propios milagros.

Para concluir

Trae a tu mente alguien que sepas que está pidiendo ayuda. Trata de no distraerte con la "forma" de la ayuda que esta persona está pidiendo, la cual bien puede parecer un ataque. Con esa persona o situación en tu mente, repite estos pensamientos, pidiendo un milagro para esa persona o situación tan sinceramente como puedas:

Al brindarle milagros y amor a (nombre de persona o situación), recibo milagros y amor.

Nadie puede perder y todos se benefician cuando le ofrezco un milagro a (nombre) (T.25.IX.10.3)

Si deseo recibir el instante santo para (nombre), también puedo compartir ese instante con el Espíritu Santo.

Los milagros son los instantes de liberación que le ofreces a (nombre) y que recibirás. (T.15.I.12.4)